¡Viva el Perú!
No quememos el último cartucho.
Es legítimo expresar nuestro repudio con símbolos...
Colocar una bandeja blanquinegra se ha convertido en el grito de protesta de muchos peruanos. La indignación que nos invade por las evidencias de la corrupción que campea es innegable. Es legítimo expresar nuestro repudio con símbolos… pero el que está de moda por Fiestas Patrias es dañino.
Años atrás, uno de los problemas que aquejaban a los intelectuales era la falta de identidad nacional. Nadie en su sano juicio era capaz, por ejemplo, de ponerse un polo con la bandera del Perú a menos que la selección peruana jugara. Era tanto el descalabro en el que se había construido el Perú (y en el que se vivía) que prácticamente no había motivos para sentirse feliz de ser peruano.
La comida peruana se convirtió en un motivo de cohesión… No es el mejor de los motivos, pero, vale, era uno. El Estado aprovechó la coyuntura y creó la “marca Perú”, muy criticada, claro, pero fue el punto de partida para que nos miremos, nos identifiquemos y nos valoremos.
La razón nos muestra el camino, los sentimientos nos impulsan a comenzar la marcha, a enfrentarnos a los riesgos y a superar las adversidades.
A falta de un triunfo en la Guerra del Pacífico que nos subiera la autoestima, nos valió la comida, Machupicchu, las danzas y cosas por el estilo. Vaya y pase, porque sin amor por la patria no podemos avanzar: Si la razón nos muestra el camino, es la irracionalidad, los sentimientos nos impulsan a comenzar la marcha, a enfrentarnos a los riesgos y a superar las adversidades.
Los seres humanos necesitamos símbolos y ritos, esas herramientas irracionales que nos cohesionan y nos ayudan a procesar la realidad.
Hemos perdido de vista qué significa una bandera, nuestra bandera.
La bandera es el mayor símbolo de cohesión, de pertenencia a un grupo. El símbolo como marca de pertenencia es tan antiguo como el ser humano. Tal vez el problema sea que, desalentados, hemos perdido de vista qué significa una bandera, nuestra bandera.
La bandera entraña no solo lo que somos ahora, sino lo que queremos ser. Abarca el amor que sentimos por nuestra familia, la querencia por nuestra tierra, las posesiones que tenemos, lo que somos y hemos construido aquí, sí, en el Perú. Todo eso que amamos y que defenderíamos si nos invaden. También implica lo que anhelamos: un país sin corrupción que doblegue los ánimos, pero nos corresponde luchar por conseguirlo.
Centrarnos solo en la miseria ética de nuestros políticos es reducir lo que somos a eso.
La corrupción no es privativa del Perú, pero casi como si la hubiésemos inventado por cómo van las cosas. Sin embargo, centrarnos solo en la miseria ética de nuestros políticos es reducir lo que somos a eso.
¡No! No somos solo un país en el que campea la corrupción. También hay gente luchadora, emprendedora, con ánimos de prosperar y hacer grande a su patria. No matemos al Perú, no lo humillemos colocando una bandera negra. No diluyamos nuevamente nuestra identidad.
La bandera blanquinegra es el símbolo de nuestra derrota como peruanos.
La bandera blanquinegra es el símbolo de nuestra derrota como peruanos. El Perú no ha muerto, la corrupción no le ha matado… y la prueba está en cada uno que siente rabia por lo que vivimos.
Pensemos un momento qué están aprendiendo los niños que desprecian su bandera. Es fácil destruir un país que se desprecia. Mucho cuidado.
¿No estamos contentos con lo que hacen nuestros congresistas? Pues protestemos… y, obviamente, no volvamos a votar por ellos.
¿No nos gusta la corrupción? Entonces, ¡enarbolemos con el pecho ardiente nuestra bandera!
Que el símbolo que nos inspire sea una bandera blanquirroja, y en su nombre hagamos patria. No hemos quemado el último cartucho. No tengamos un último cartucho.